
Vivi em Espanha algum tempo. E posso dizê-lo agora de forma muito clara: gosto de Espanha. Gosto daquela gente. E, sendo certo que não gosto muito de dizer o quanto gosto daquilo que gosto, Espanha, em especial Múrcia, tem qualquer coisa de miraculoso. Desde o café Zalacaín (onde por favor dos espanhóis escutei um velho disco de Amália e duas canções de Zé Mário Branco, e onde na verdade fiz a minha tese; sempre preferi os cafés ás bibliotecas), ao teatro Romea, ao Ítaca, a la Plaza Domingo, ás ruas povoadas de gente até noites que terminavam de manhã. A livraria preferida, o rincón mais desencontrado, a "espécie" de mota que na primeira vez que tentei conduzi-la me mandou para o hospital (acabei por dominá-la, ao menos dei-a antes de voltar, tipo presente envenenado), e ao fantástico nome da rua em que vivi: Calle Calvario.
A minha estadia em Espanha foi tudo menos um calvário (embora todos os homens, até os sem Evangelho, têm o seu Monte das Oliveiras; como o disse Camus). E depois aquela gente. A rapariga da padaria, desencatada com a vida mas cantando ao vender pão. O Paco. A Nieves, o Victor, etc...
E claro "mi hermana Carmen".
E livros, muitos muitos livros.
Gosto de Espanha, como gosto de uma puta que se enamora. Gosto da Espanha de barba peregrina, que é cristã mas que falta à missa das doze, que joga ao "mus", que dorme a sesta, que começa a beber litros de cerveja ás nove da manhã, que dança, que grita, que se diverte, e que cala as lágrimas.
Gosto de Espanha mas, o mais estranho de tudo, é que gosto de gostar dela.
(um dia destes tenho e escrever a sério sobre Espanha aqui)
4 comentários:
Te encuentro nostálgico, niño...
Un día de éstos tienes que escribir en serio... pero sobre más de un tema!! jajajjaj... ;)
Lololololol
:)
Es nostálgica la saudade portuguesa, y sin embargo es alegre y canta soñando e inventando el futuro. Adoro Portugal, también los libros, la gente, a pesar de no haber podido vivir allá.
España también es bella, sí, Rui sabe cómo es desde fuera, porque la vio desde fuera, pudo desaparecer en ella.
Si bien es cierto que Murcia sigue ahí, en el lugar que ocupa desde hace muchos siglos; si bien es cierto que el Zalacaín no se ha movido de su sitio (ahora ofrece no sólo tardes y noches de cafés, martinis, buena música y aún mejores tertulias, sino también mañanas de desayunos para los que madrugan o aún no se han dormido); si bien es cierto que Ítaca, el Romea o las plazaa de Santo Domingo y de las Flores persisten, en apariencia al menos...
...cierto es también que Murcia ya no es la misma. De los que estábamos entonces, pocos van quedando (Víctor está haciendo la France, Raquel hace un año que vive en Belfast, Elena se marchaba a Canadá -si mal no recuerdo-, a Nieves le quedan unos pocos días contados, y yo hace años que comencé mi andadura en el exilio, ahora en Barcelona.
La población de Murcia, en términos generales, ha aumentado, mas, por otro lado, sus pobladores nos vamos marchando, nos vamos huyendo de lo que, ahora sí, se está convirtiendo en un calvario.
A Murcia le sobran muchas cosas; y aún peor, le faltan muchas más; lo que más: miradas como las tuyas, Rui, hermano, que ¿encuentran? ¡provocan! lo milagroso en los lugares que muchos creíamos totalmente desprovistos de encanto alguno.
Te marchaste, y la fe -esa otra fe que he aprendido contigo- está desapareciendo.
¿Soy yo quien está nostálgica?
Enviar um comentário